Salí del consultorio médico con la impresión de haber ofendido al doctor. Molesto, como si hubiese tratado de tomarle el pelo, me despidió de manera brusca, habiéndome dado únicamente remedio para una de las dos patologías que me atormentaban.
Presto me dirigí al club hípico de la ciudad y, una vez allí, a las cuadras donde guardaban los mejores ejemplares. Cuando me disponía a conseguir la cura recetada, el équido me propinó semejante coz que me hizo quedar sentado en la paja un par de metros más atrás.
Consternado y viendo cómo mis fosas nasales chorreaban generosamente, deduje que el doctor, al recetarme cola de caballo, no estaba tratando mi enfermedad de tomarme las cosas al pie de la letra sino mi retención de líquidos.
jejeje, ahi, a vueltas con el castellano...
ResponderEliminarjajajajajaajaja....muy bueno en clave humor, muy bueno!
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