Cuando Héctor o Aquiles no tienen la suerte de morir en Troya, se convierten en Ulises intentando regresar a Ítaca bajo un cielo sin dioses, y llamándose Nadie para sobrevivir en la cueva del cíclope.

Cualquiera puede ser Héctor o Aquiles. Lo difícil es ser Ulises con una Troya ardiendo en la memoria.

30 ene 2021

CARA A CARA

 

Níveo, macilento y sin sentido, como el cadáver de un ser amado que ha perdido la esencia que un día lo hizo tuyo. Así me observa y su palidez me deslumbra como un viejo hueso secándose al sol. Me disgusta, y su tacto en mis manos es áspero e hiriente como una madera astillada.

Lo acuchillo. Una y otra vez, haciendo surcos que pretenden tener algún sentido pero que sólo tiñen de frustración su superficie y mis dedos.

Sus dimensiones, aparentemente reducidas y mundanas, esconden un abismo imposible de llenar. Me vacío en él, pero lo que antaño era cubierto por la frescura y el ingenio, hoy lo es por una estepa árida y estéril. ¿Acaso no soy el mismo al que un día susurraban sugerentes las musas? O me han dado la espalda o mis viejos oídos han perdido ya la capacidad de percibir su canto.

Desesperado me rindo y me alejo de su lado esperando, con el distanciamiento, vislumbrar en él algo reconocible, pero no, sigue ahí, níveo, macilento y sin sentido, imperturbable: El folio en blanco. Y no sé si me asusta más pensar que no veo reflejado nada de lo que soy o que, por el contrario, es la diapositiva perfecta de mi alma.