Una molesta sensación en el estómago me recordó que nadie me había llamado para la cena. Dejando a un lado los juguetes, me dirigía a la cocina cuando, al aproximarme a la puerta, pude oír las voces de papá y mamá muy alteradas. Sus discusiones eran algo frecuente, pero, esta vez, papá debía haberse pasado de la raya pues, por la rendija entreabierta, puede observar como mamá había sido víctima de la incontinencia de puro terror.
Hizo un intento de telefonear a alguien, antes de que papá le arrebatase bruscamente el auricular. Cuando vi la sangre empapar sus ropas, no pude más que huir a refugiarme a un rincón de mi habitación, donde quedé agazapado escuchando sus gritos que parecían no tener fin.
No recuerdo el tiempo que pudo pasar hasta que todo quedó en silencio, pero sí el terror que sentí al escuchar los pasos de mi padre aproximarse y observar su rostro sonriente mientras, con una toalla, limpiaba de sus manos los restos del crimen.
- Cariño, acabas de tener una hermanita.
Que miedorrr!
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