Cuando Héctor o Aquiles no tienen la suerte de morir en Troya, se convierten en Ulises intentando regresar a Ítaca bajo un cielo sin dioses, y llamándose Nadie para sobrevivir en la cueva del cíclope.

Cualquiera puede ser Héctor o Aquiles. Lo difícil es ser Ulises con una Troya ardiendo en la memoria.

26 jul 2011

SEGÚN SE MIRE



-           ¿Y cuándo será el incendio?
-          ¡Señora, el incendio es ahora! Hemos desalojado el edificio entero, sólo queda usted.
-          ¿No puedes esperar un poco, hijo? Acaba de empezar la telenovela.
-          ¡Por el amor de dios! ¿Acaso quiere morir en el sillón de su casa mientras ve tranquilamente su telenovela?

            El bombero, perplejo, sopesó sus palabras, al ver dibujarse una sonrisa sobre el rostro de la anciana, mientras parte del techo cedía y se desplomaba.

Una vez extinguidas las llamas, un grupo de vecinos comentaban la muerte de la señora Agnes.

-          “Que muerte tan espantosa”, apuntó uno de ellos.




11 jul 2011

COSAS DE NIÑOS



-          ¿Puedo quedarme con sus juguetes?

Mi madre y yo, reunidas como cada tarde,  lo observamos incorporarse en la cama, una vez más, soltar su frase, y volver a cerrar los ojos. Llevaba haciendo lo mismo veinte años.  La primera vez que lo hizo, saliendo momentáneamente del coma, nos llevamos un susto terrible. Ahora, que se había convertido en una rutina diaria durante dos décadas, apenas le prestábamos atención, pero allí seguíamos, cada una con sus preocupaciones. Ella, a la espera de recuperar algún día a su hijo, y yo, preguntándome si dije en voz alta  lo que pensaba mientras lo empujaba por la escalera.






4 jul 2011

MALOS RECUERDOS

             

           Una molesta sensación en el estómago me recordó que nadie me había llamado para la cena. Dejando a un lado los juguetes, me dirigía a la cocina cuando, al aproximarme a la puerta, pude oír las voces de papá y mamá muy alteradas. Sus discusiones eran algo frecuente, pero, esta vez, papá debía haberse pasado de la raya pues, por la rendija entreabierta, puede observar como mamá había sido víctima de la incontinencia de puro terror.

            Hizo un  intento de telefonear a alguien, antes de que papá le arrebatase bruscamente el auricular. Cuando vi la sangre empapar sus ropas, no pude más que huir a refugiarme a un rincón de mi habitación, donde quedé agazapado escuchando sus gritos que parecían no tener fin.

            No recuerdo el tiempo que pudo pasar hasta que todo quedó en silencio, pero sí el terror que sentí al escuchar los pasos de mi padre aproximarse y observar su rostro sonriente mientras, con una toalla, limpiaba de sus manos los restos del crimen.

-          Cariño, acabas de tener una hermanita.