Cuando Héctor o Aquiles no tienen la suerte de morir en Troya, se convierten en Ulises intentando regresar a Ítaca bajo un cielo sin dioses, y llamándose Nadie para sobrevivir en la cueva del cíclope.

Cualquiera puede ser Héctor o Aquiles. Lo difícil es ser Ulises con una Troya ardiendo en la memoria.

2 jun 2011

AMOR PROPIO



Nada más subir al metro, no pude evitar fijarme en el chico que estaba sentado al fondo del vagón. Era un chico alto, esbelto, guapo y, pese a ir bien arreglado, tenía un aspecto informal y desenfadado. Estaba leyendo, lo que le confería un aspecto aún más interesante, pero creí ver cómo, por un instante,  levantó los ojos de su libro para observarme entre la gente.

Me acababa de duchar, y tanto la falda como las botas las había comprado un par de días antes. La camiseta, de tirantes y ajustada, la había elegido especialmente por ser una de las que mejor me sentaban, con lo que me sentía particularmente guapa aquella mañana y , de hecho, me dio la impresión de que mi atractivo desconocido no había sido el único en percatarse.

Había varios asientos libres y, tras pensarlo un poco, me decanté por uno, lo suficientemente cerca de él como para evaluar mis posibilidades, pero lo suficientemente lejos como para no dárselo a entender.

A lo largo del trayecto fui experimentando sus reacciones. La primera parada comenzó con las miradas. En la segunda, dio paso a los cambios de postura, mientras que en la tercera ya había pasado a las sonrisas.

A medida que se desarrollaba el juego me sentía más y más atractiva, hasta el punto de que, cuando se decidió a hablarme, yo era ya inaccesible.




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