Delante
de un par de cafés, todavía humeantes, los dos hombres conversaban
amistosamente sentados frente a frente.
-¿Cuántas
veces lo has hecho, Marcus? ¿Y por qué el cigarro de después?
-Han
sido pocas, muy pocas, de ahí lo del cigarro. Lo dejé hace años y guardo únicamente
un paquete para las ocasiones muy especiales. No faltarán más de cuatro o cinco
pitillos. Tras la excitación, el esfuerzo, la pasión… Lo mejor es el cigarro de
después, relajado y sin saber cuánto tiempo volverá a pasar. Realizado, satisfecho, deleitándome,
observando el cuerpo desnudo de la chica que yace junto a mí, tranquila,
silenciosa…
-¡Muerta,
maldito loco, muerta!
-Eso
es lo de menos, inspector, son sinónimos –dijo con una sonrisa diabólica en sus
labios mientras se lo llevaban esposado.