Después de todo, esta crisis no está tan mal.
Ha reunido de nuevo a la familia, comidas caseras, de olla, y todos bajo el
mismo techo, con buenas vistas y jardines para que los niños corran. Ayer nos burlábamos
de él y su inversión rocambolesca. Ahora, cada mañana damos gracias al abuelo por
la compra de este espacioso panteón donde cabemos todos.